BAILAR ES LO QUE SOY
- Meritxell Oliva
- 25 may 2017
- 3 Min. de lectura
Cuando de pequeña me preguntaban ''¿Y tú de mayor qué quieres ser?'' al principio respondía astronauta y bailarina. Ya sé que una cosa no tiene nada que ver con la otra, incluso puede llegar a ser contradictorio bailar en el espacio con la falta de gravedad que hay. Después de unos años crecí y mi respuesta evolucionó con aquella niña, entonces ya no quería ser astronauta, mi sueño era ser cantante, modelo o bailarina. ¡Qué simple! pensaba. Supongo que a ti también te ha pasado, cambiábamos más de oficio que de tazos en aquella época. Que hace sol, hoy prefiero ser futbolista. Que llueve, mejor cantante y bailarina que puedo disfrutar de mi hobby encerrada con un simple micrófono y un antiguo ''walkman''. Que es de noche y se ven preciosas las estrellas, entonces ahora quiero ser astronauta y soñar sobre otros mundos y vidas paralelas con mis prismáticos.
En fin... ¡Quién volviera a tener 7 años! Pero si algo se ha mantenido de aquella pequeña niña risueña es la pasión por el BAILE. Desde que empecé primaria me apuntaron a clases de baile después del colegio. ¡Qué aburrido! pensé al principio, seguro que TODOS mis amigos están ya divirtiéndose en el parque. Así que mis expectativas eran realmente altas para poder competir con un partidillo o un escondite en los columpios.
El primer día no solo cumplió mis expectativas sino que lás supero. ¿Has comprado alguna vez un pintalabios de larga duración? Seguro que has pensado ''no me aguantará ni media fiesta''. Y luego no te lo has podido quitar ni con el mejor desmaquillante del mundo. Y estoy 100% convencida de que después de tantas falsedades con los abre-fáciles, ¿a qué ya ibas predispuesto a que ni abriera con la mejor herramienta? Y entonces te sorprende, encuentras el producto que con un esfuerzo insignificante se abre y ahí está tu deseada recompensa. Pues eso fue exactamente lo que me ocurrió a mí con el baile. Era mejor que 5 atracciones de la feria, las actuaciones del circo o los partidos de los viernes por la tarde.
Cada día que pasaba más ansiosa esperaba la hora de baile y cuando llegaba pasaba más rápida que un destello, un sonido o la misma luz. La conexión de la música con el baile era magia. Que tenía un mal día y estaba triste, bailando se despejaba mi día. Que estaba inquieta o tenía dudas, después de baile veía todo claro. Qué estaba nerviosa, bailar me hacía olvidarme de todo. Que estaba contenta, mi felicidad se duplicaba o triplicaba. Era mejor que la droga, el terciopelo de los peluches o los algodones de azúcar.

Comencé haciendo bailes actuales, desde latinos, salsa hasta Hip-Hop. Y en verano hacía intensivos de baile también, el mejor fue uno que realicé en la academia de Cocó Comín de Hip Hop. ¿Os he hablado de los festivales? Era una mezcla de magia, nervios e ilusión. Era el momento de demostrar todo lo aprendido durante el año, las horas de esfuerzo, constancia y dedicación, pero también la ilusión, energía y la felicidad derrochada que había detrás de cada una de esas horas. ¡Con lo que sufro en las exposiciones horales! pensaba yo. Pero subirme a un escenario sólo es comparable con la magia de Navidad. No podría describir lo que sentía en cada paso, en cada sonrisa al público y al final cuando te aplaudían sintiéndome inmensamente gratificada.
Pasaron los años, desde primero hasta sexto de primaria, de primero a cuarto de la ESO y seguía mi afición como el primer día. Después llegó Bachillerato y la selectividad, las largas horas de estudio y tardes en la biblioteca que me hicieron dejar el baile. Siempre he sido muy exigente conmigo misma y mi futuro estaba ahí, el baile era secundario.
Cuando por fin conseguí entrar en la carrera que quise, retomé el baile e hice otro intensivo de verano. ¿Cómo he podido traicionarte? me decía a mi misma. ¿Cómo no he visto que bailar me traía luz? Así que decidí que nunca más iba a dejar de bailar por muy ocupada que estuviera.
Y entonces retomé el baile hasta hoy. Estoy en segundo curso de Bachata. Cada segundo, cada minuto que bailo, vuelve a recobrar sentido el mundo. Vuelve la calma, la desconexión y la ilusión de aquella niña. Gracias al baile me olvido del estrés de la universidad o el trabajo, de los problemas y del mundo real. Bailando me siento LIBRE.
Seguro que tu también tienes una afición que hace que te sientas así.
Yo tengo el baile, ¿Y tú? ¿Qué tienes tú?
Comentários